Este proyecto surge durante el verano del 2015, cuando el Colectivo CHOPEkE, de la mano de Paúl Pérez, un seminarista y miembro activo del grupo, visitaron a la comunidad de Santa Luisa de Marillac, ubicada en la periferia central de Ciudad Juárez. En ese momento, los miembros de dicha comunidad contaban con un espacio "indigno"—como ellos lo llamaban—para sus reuniones y actividades espirituales.
Anteriormente el espacio fungía como un pie de casa habitación de aproximadamente 50 m², los cuales fueron modificando para utilizar como espacio de encuentro de oración. Paul, al ser estudiante de arquitectura y tras su experiencia en el colectivo, mostró su sensibilidad para, junto a la comunidad, ver necesidades y encontrar una manera de trabajar en conjunto para resolverlas.
Así comenzó a hacer eco el sueño de tener una capilla más grande y, como decía la comunidad, “un lugar más digno para reunirnos con Dios”. Los miembros activos de la iglesia buscaban poder recibir a más personas que se habían alejado por las limitaciones de infraestructura. Ya que no se contaba con recursos económicos, esto apenas comenzaba.
En enero del 2015, el colectivo CHOPEkE junto con la comunidad propone la construcción de la capilla dedicada a Santa Luisa de Marillac. El proyecto fue aceptado con entusiasmo por todos, que no dudaron en comenzar a organizarse para la demolición de la estructura anterior y la edificación de su gran sueño. Después de 6 meses (Junio 2015) y tras varias actividades recaudatorias de fondos para la construcción se decidieron a iniciar. Cabe resaltar que desde el inicio de la construcción y hasta el final no se pagó un solo peso por mano de obra, pues fueron los mismos miembros de la comunidad quienes prestaron su servicio y conocimientos; todas las manos, todos los pies, todo corazón que quisiera apoyar era bienvenido.
Esta capilla, la sexta intervención del colectivo, pone al servicio de la comunidad el sistema rural de alto impacto socio-ambiental, siguiendo las practicas aprendidas por quien consideran su maestro, amigo y aliado, el arquitecto Juan Manuel Casillas Pintor, del Laboratorio de Arquitectura Básica, en donde se desarrollaron las técnicas constructivas de muros de pacas de paja, muros térmicos, durables, resistentes y económicos, así como también el utilizar materiales naturales de la región como el barro, la madera y la piedra, aplicando la técnica ancestral del bahareque para terminar los muros piña.
Se utilizó en la techumbre un sistema de paja arcilla. El acabado final se realizó con mortero ligero y pintura hecha de manera natural con cal. Fue una experiencia de comunidad que pocas veces se hace presente en nuestra sociedad, donde no solo se apoyó con la mano de obra, sino también con alimento, bebidas y apoyo espiritual por parte de las personas de edad avanzada o amas de casa que no podían asistir con frecuencia.
El Colectivo busca siempre fomentar la arquitectura por medio del trabajo colaborativo desde una espiritualidad, en miras a la comunidad, la unidad, la solidaridad y el reconocimiento a fin de que cada proyecto sea asumido como propio por aquellos que lo vayan habitar. Partiendo siempre desde la Enseñanza Social Católica y una opción preferencial por los más pobres y la tierra, se busca dar un giro al individualismo y a la mentalidad consumista donde los que menos tienen no son reconocidos sino marginados y desplazados.
La misión del Colectivo CHOPEkE tiene siempre en mente el cuidado y respeto, buscando incansablemente devolver la dignidad que les ha sido arrebatada tanto a los pobres como a nuestra Tierra. El interés principal de su obra y reflexión es el reconocimiento de la casa, que es principio de toda actividad y lugar de recogimiento e intimidad que se encuentra simultáneamente fuera (la Casa Común, la Tierra) y dentro (el hogar); y que sólo será experimentada existencialmente como morada a partir del reconocimiento y el recogimiento.
El colectivo CHOPEkE está por comenzar su séptima construcción de vivienda en la cual ven la casa como el principio de toda actividad humana, porque es el trasfondo desde donde el hombre despliega su existencia, es decir, la casa es el lugar donde el hombre habita y por ello, es el sitio en el cual se refugia, se siente seguro y arropado. Por tanto, la casa es lugar de recogimiento. Es una realidad objetiva (la casa es una estructura material, un lugar) y subjetiva (es el hombre el que vuelve una estructura o lugar, habitable). Desde la casa el hombre proyecta su diario vivir que denominamos como existencia, de ahí que por eso sea, lo reiteramos, principio de toda actividad.
Fue de esta forma que la comunidad de Santa Luisa de Marillac asumió e hizo propia la edificación de lo que para ellos era un sueño y que se ha convertido en testimonio de comunidad y solidaridad, sobre todo para quienes aún sienten la imposibilidad de edificar grandes sueños con manos vacías.